Un equipo de básquet y la amistad como mejor victoria.
Le decían Cuadro o Cuadrito. No sé o no recuerdo si era su apellido y el diminutivo o simplemente un apodo. Lo cierto es que él era especialista en poner apodos. Estaba a cargo a fines de los 70 y en los 80 de la escuelita de básquet del Club Náutico Hacoaj. Seguramente estaba desde antes y habrá seguido después, pero en aquellos lejanos años fue cuando con seis o siete años me lo crucé.
A la especialidad ya descripta le agregaba la obvia de incorporar en chicos muy chiquitos los fundamentos del deporte. Y otra que, a la distancia y ya como padre, se aprecia mejor: la de formador de grupos y la de inculcar valores.
A los que tuvimos la suerte de ser federados nos recibía, ya con nuestros respectivos apodos, Guillermo McDougall para transitar los geniales años de mini básquet. Seguramente con nueve, diez u once años nos enseñó definitivamente a jugar al básquet. Pero mucho más reforzó el valor de la amistad. Regó esa semilla que con el entorno de un buen club siempre crece.
Jugamos juntos más de 10 años y si bien de más grandes y ya por los puntos habremos disfrutado victorias y sufrido derrotas, lo que nos queda y siempre recordamos son viajes compartidos y anécdotas que Gastón Kotin 30 años después se encarga con su magia de recrearlas como si hubiesen sucedido ayer.
Hace algunos días hubo un gran reencuentro con parte de ese grupo. Estaban Gato, Turu, Cala, Pichi, Jordi, Talla, Luchi, Seba Szler, el Negro Avruj y Soco. Apodos con más de 40 años. Que marcaron una época hermosa de nuestras vidas. Y que sellaron a fuego el valor de la amistad. Esa, sin dudas, fue nuestra mejor victoria como equipo.