Los primeros que deberán realizarla serán los autos cuya patente termine en cero. Desde septiembre se podrá pedir turnos por la web o a través del 147. Habrá siete plantas habilitadas
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Informacion General
En la Ciudad, la mitad de los candidatos deberían ser mujeres
Buscan una «efectiva paridad» de género, dicen en el gobierno porteño. Envían el proyecto a la Legislatura.
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Fuerte caída en las ventas de consumo masivo en la Ciudad
Según datos oficiales, cayó un 13,4% en electrodomésticos y un 9,5% en restaurantes. Es en términos reales, descontando la inflación.
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Una de película en le despedida del zoológico porteño
Es un juego de memoria bastante sencillo, aunque cueste llegar la conclusión final. Pensar qué lugar de Buenos Aires cada uno visitó más en su vida. Tal plaza, el shopping, una avenida comercial o un club. A la iniciativa hay que meterle filtros. Y el que más me complicó fue el rubro paseo.
Creo que más porque fue noticia en los últimos días que por visitas realizadas, la aparición en mi cabeza del Zoológico porteño quedó ubicado como un paseo habitual. Tengo recuerdos ya de más grande, de llevar a mi hijo, de armar salidos con sobrinos y no mucho más.
¿De chico? Dice mi mamá que ir al zoológico era toda una salida, que se programaba con tiempo que iba la familia entera y que se daba muy de vez en cuando. El recuerdo borroso es la desesperación porque la pobretona bolsita de alimento para animales no se acabara nunca porque la misión era alimentar a cada uno y que ninguno se quedara con hambre. Obviamente alcanzaba para pocos. Y fue de grande cuando me quisieron cobrar $ 50 por tan poca comida que entendí porque los padres eran tan renuentes a comprar más de una bolsita.
Lo concreto es que el zoológico siempre estuvo ahí y de hecho creo que hace ya muchos años que por una cuestión geográfica paso por la puerta día por medio o más. Sin embargo, no hay tantos recuerdos y ni siquiera muchos deseos de entrar.
La verdad, y si me pongo a pensar, nunca me atrajo demasiado la idea de ver a los animales encerrados, con cara de aburridos a la espera de uno vaya a saber qué. Y debo admitir a esta altura del texto que no tengo grandes recuerdos de mis visitas al zoo porteño.
Salvo una que merece ser contada y que no tiene nada que ver con los animales, los proteccionistas que nos los quieren encerrados y el anuncio oficial de transformar el actual zoológico en un parque ecológico.
Ocurrió hace más de 25 años, yo debería tener 16 o 17 años. El verano pasado había realizado un viaje educativo, esos que se hacen en grupo y que de educativos tienen poco. Uno de los integrantes del grupo una noche fue tomado de punto y se ve que yo quede enganchado porque sinceramente no recuerdo haber tenido maldad (todo apunta a mi amigo GK que siempre estuvo al frente de cuanta joda se armara).
Lo concreto es que el damnificado me apuntó a mi, aunque no me avisó que se había sentido tocado. Lo hizo de una manera extraña. ¡Con amenazas telefónicas! En tiempos donde no había celulares, la escena para un llamado a la casa familiar a las tres de la madrugada fue la de mi viejo completamente dormido avisándome que querían hablar conmigo. Había insultos y ese tipo de cosas que se habrán repetido dos o tres noches.
Hasta que le dije que nos encontráramos para resolverlo porque no daba para más. Y aquí entrar a jugar el zoológico. Allí me citó con coordenadas del tipo “por la entrada de Libertador, el sendero que va hacia la derecha, un banco que está frente a la jaula de los monos…” En definitiva fue la visita que más recuerdo al zoológico porteño. Recuerdo que el personaje en cuestión fue acompañado, que hablamos dos minutos, que obviamente no pasó nada de nada y que nunca más nos volvimos a ver. Viéndolo a la distancia que buen lugar es el zoológico o lo que vaya a ser en un futuro como lugar de encuentro (sin los $ 120 que parece por un tiempo seguirán cobrando de entrada…). Aquel día me sentí como dentro de una película, esas en que dos espías se citan en el banco de una plaza para disimuladamente pasarse información.
Y hablando de película y si de zoológicos se trata como no pensar Madagascar, esa en que los animales (con Alex el león a la cabeza) deciden dejar el zoológico de Nueva York hartos del ruido de la ciudad. Justo ahora que hablan de mudar a nuestros animales. Ruido en Palermo también hay, pero no se hagan la película. Ya confirmaron que la jirafa no pasa por debajo de los puentes de la Illia camino al puerto…
Fuente: Clarin
“De repente apareció el kirchnerismo y subsidió el gas … ¿para ayudarnos?”
LAS OTRAS CARTAS: Los ecos de la cruel masacre de Orlando – Tiene la ilusión de poder viajar mejor a la Ciudad – Denuncia esquinas destruidas en Guernica
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Y las calesitas siguen girando
“¿No se cansan de dar vueltas?”. La pregunta espontánea de mi hijo al pasar por un plaza con calesita me sorprendió y me hizo pensar la respuesta. Yo di mil vueltas cuando era chico y él, que ya se había desinteresado del tema, otras mil en su infancia.
Porque la calesita siempre está. Y perdura en el tiempo. Y no pasa de moda. Pensemos que sólo hace algunos años había muchos más cíber cafés que calesitas y ahora quedan unos pocos. Será que todos tienen una compu en su casa o que se puede hacer todo con un teléfono inteligente.
El hecho concreto es que las calesitas siguen dando vueltas y llevan ya varias generaciones de porteños encima. Pero la pregunta de mi hijo me disparó a la vez varias inquietudes. Retirando toda la parte sentimental que las calesitas conllevan, es cierto que vistas desde los ojos de un pre adolescente esos armatostes que dan vueltas pueden resultar aburridos. Y mucho más para chicos más chicos que con la tablet o Netflix parecen destinados a nunca aburrirse.
Cuál es entonces el atractivo de esos autos con volante de plástico y sin botones que eran de otro color y ahora están pintados de rojo para que se parezcan en algo al Rayo McQueen de la película Cars. O de los caballitos que a lo sumo suben y bajan pero ni siquiera emiten sonido. O de la música que parece tener sólo tres o cuatro hits infantiles del momento y se repiten hasta el hartazgo.
¿Será la sortija? Ese objeto de deseo que vendría a representar en los chicos a sacar un pleno en la ruleta de los grandes. Todo recuerdo de los tiempos de la calesita viene asociado con la sortija. La satisfacción propia de uno cuando era chico y la sonrisa imborrable de nuestros chicos cuando crecimos, y nosotros compartimos las primeras vueltas hasta que los dejamos volar solos.
Deben sobrar las razones porque definitivamente las calesitas siguen siendo un entretenimiento. Me lo confirma mi compañero de banco Rolando. Y me arma en segundos y de memoria la hoja de ruta de su Rocco Barbano. Parque Saavedra, la plaza de Cabildo y Paroissien y la de Obligado entre Juramento y Echeverría. Se suma Mery de infografía y aporta la de Belgrano R, ideal para el verano porque tiene sombra (y suma además la increíble teoría de que la primera vez que uno se sube como padre acompañante se marea…). Y así podríamos seguir recorriendo la redacción en busca de padres con chicos en edad de calesita y armar el mapa de toda la Ciudad.
De hecho el mapa existe. En Capital hay 46 calesitas, 37 de las cuales están en parques o plazas. Y hay más: 34 fueron declaradas Patrimonio Cultural. Y como todas funcionaban con permisos precarios, el año pasado la Legislatura las incluyó en el Código de Habilitaciones.
Así, por ley, el Gobierno porteño cobró la facultad de poder otorgar permisos de uso de cinco años. Los que estaban vigentes se mantuvieron. Y para los nuevos se fijó como prioridad a quienes ya hayan tenido una calesita. ¿Razón? Textual de la ley: “Con el fin de preservar el carácter familiar de la actividad”.
Y aquí puede estar la razón que tanto me desvela. Cuentan distintos relatos al respecto que uno de los primeros oficios de muchos inmigrantes españoles fue el de calesitero y que en la actualidad sigue siendo un oficio familiar. En definitiva, parece ser que lo que hace únicas a las calesitas es que detrás de cada vuelta hay una historia.
Entre tantas hay que elegir una. Y me quedó con mi primera calesita. La de la Plaza Almagro, la de la manzana de Salguero, Sarmiento, Bulnes y Perón, que por entonces todavía era Cangallo. De chico vivía a dos cuadras y mis abuelos a otras dos, por lo que no había forma de evitar la plaza y mucho menos a su calesita.
Cuando los recuerdos son borrosos, no hay mejor aliado que Google. Y mi calesita tenía su historia. La de don Antonio Vila que en 2009 había celebrado sus 90 años en la calesita que por esos día cumplía 46. Había sido fabricada en Rosario, armada primero en Plaza Constitución y mudada luego a Almagro. Antonio había nacido en Orense, España, y en 1949 había llegado a Buenos Aires. En la familia de su mujer había calesiteros. Comenzó dando una mano hasta que se convirtió en su oficio. El de casi toda la vida. El día de su cumpleaños contaba: “No es un trabajo pesado, todo lo contrario es alegre, porque la alegría de los chicos es contagiosa”.
Esta semana me di una vuelta por la plaza. Don Antonio no estaba pero la calesita seguía girando. Estaba llena de chicos. Y seguía acumulando historias. Entonces pudo contestarle a mi hijo. “Nadie se cansa de dar vueltas”.
Fuente: Clarin
Mercado Inmobiliario
Hace más de 100 años que la Ciudad muestra, en cuanto a su desarrollo y prosperidad, enormes diferencias entre el Norte y el Sur. Esta disparidad también tiene réplicas a nivel barrial. Barracas y La Bocanacieron iguales y hermanas y hoy, puestas cara a cara, con la avenida Regimiento de Patricios como frontera, casi ni se reconocen. De hecho, Patricios fue retransformada: hasta 2010 corría encajonada entre las típicas veredas elevadas. Las nivelaron, y repavimentaron la avenida de punta a punta. Colocaron iluminación y más árboles. Repuntó el comercio y el cambio se sintió también en el mercado inmobiliario. Sin embargo, se profundizó el límite entre ambos barrios y el derrame fue desparejo.
Jorge Manikis tiene 53 años y lleva 34 trabajando en el rubro inmobiliario. Al frente de MKS Propiedades, en Montes de Oca y Aristóbulo del Valle, conoce los vaivenes de la zona. “Mientras Barracasmuestra progreso y llegan las grandes inversiones como en el ex edificio de Alpargatas o el polo comercial de la calle Herrera, La Boca en muchos aspectos ha involucionado en los últimos 30 años», resume. Y explica: «Uno de los grandes problemas del barrio son los asentamientos ilegales y la toma de viviendas, que generan inseguridad y ahuyentan a los inversores. Yo me crié en un conventillo (es hijo de inmigrantes griegos) y sé lo que es compartir un baño, nadie me lo contó. Pero ese espíritu fraternal de los viejos inmigrantes se transformó en algo muy diferente con el tiempo”.
Según referentes del mercado inmobiliario la explosión de Barracas se dio entre los 60 y 80 con empresarios de la construcción como Raúl Andrade o José y Santiago Santoro, que dejaron su marca conalrededor de 100 edificios. Y que otra gran diferencia entre los barrios se dio con las inundaciones. Cuando La Boca quedaba bajo el agua por la sudestada, Barracas no era afectada. Y si bien con las obras hidráulicas que se hicieron a fines de los 90 la situación se controló, la situación también dejó su marca.
Las diferencias entre los barrios se reflejan en emprendimientos y precios. Un ejemplo claro de las nuevas construcciones de Barracas, que se elevan junto a las viejas casas del barrio, son las torres Colombia y Lezama, de Montes de Oca al 500. “En esos edificios, una propiedad a estrenar tiene un valor que puede llegar a los US$ 3.000 el m2. Una propiedad usada en Barracas tiene un costo de entre US$ 1.800 y US$ 2.200 por m2”, resume Manikis.
En La Boca los precios son otros. “Los valores se toman por baldosa”, bromea Manikis. Y detalla que las dos zonas más cotizadas son la parte comercial de Olavarría (US$ 1.000 y US$ 1.200), y Almirante Brown entre Parque Lezama y Aristóbulo del Valle, con un valor promedio de US$ 1.000 el m2.
Las cotizaciones coinciden con los informes mensuales que realiza la consultora Reporte Inmobiliario, en base a avisos de venta y alquiler. Así, en La Boca un departamento usado tiene un valor promedio de US$ 1.455 el m2 contra US$ 1.840 de Barracas. Y el alquiler mensual de un tres ambientes se cotiza a $ 4.815 en La Boca contra $ 4.980 en Barracas.
Las diferencias también provocaron una migración interna. “En los últimos 15 años muchos vecinos de La Boca se mudaron a Barracas. Es como un salto. A La Boca llegan vecinos de Avellaneda y Piñeyro, que prefieren vivir en Capital. Y hay un barrio, que tiene identidad propia, Catalinas (ubicado a espaldas del Hospital Argerich) al que llegan muchos jóvenes y profesionales que recién empiezan y tienen la ventaja enorme de estar a un paso del Centro”, cuenta Manikis.
La inversión pública también fue más fuerte en Barracas. Al sur del barrio, junto al Riachuelo, el Gobierno porteño reconvirtió el viejo Mercado del Pescado en el moderno Centro Metropolitano de diseño que revitalizó la zona. Y en los alrededores de Parque Lezama acaban de mudar parte de la administración al renovado Palacio Lezama.
En La Boca la apuesta es que el arte revalorice al barrio. La Usina fue un impulso y está por inaugurar el Paseo de las Artes, en el bajo autopista y la recuperada avenida Pedro de Mendoza.
Fuente: Clarin

Autos robados y secuestro de cocaína, en la primera semana del "anillo digital"
El “anillo digital” para reforzar la seguridad entre Provincia y Capital lo anunciaron conjuntamente la gobernadora María Eugenia Vidal y el jefe de Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta. Y fue la primera medida concreta que se puso marcha entre ambas jurisdiscciones.
Se trataba de un refuerzo del monitoreo del ingreso y egreso de vehículos con lectores de patentes para identificar órdenes de captura. Cumplida la primera semana, desde la secretaría de Seguridad porteña, a cargo de Marcelo D’Alessandro, destacaron los primeros resultados. Según consignaron, se consiguió dar con prófugos por robo con armas; el secuestro de cocaína fraccionada y $ 100 mil pesos producidos por su comercialización; la remisión de autos con pedidos de secuestro; el hallazgo de registros de conducir falsificados y hasta de celulares denunciados como extraviados por sus legítimos.
Según las cifras de la scretaría de Seguridad, casi 7 mil autos y más de 10 mil personas fueron controlados en este cordón del Area Metropolitana, que en la primera etapa abarcó los accesos de la Gral Paz y Libertador, Cabildo, Balbín, Constituyentes, San Martín, Beiró, Emilio Castro, Eva Perón y Puente de la Noria, además de operativos en el Puente Pueyrredón y en el Puente Alsina.
Mirá también: Buenos Aires y Capital realizan operativos conjuntos contra el robo de autos

El Plan Integral de Seguridad AMBA, que implica una serie de medidas y acciones a implementarse en la zona metropolitana para mejorar la seguridad y profundizar la prevención de hechos delictivos.
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