En la Ciudad de Buenos Aires, los excrementos caninos en veredas y plazas son parte del paisaje urbano. El problema, que persiste pese a campañas de concientización, pone en evidencia la falta de control y sanciones.
En 2014, el Gobierno porteño instaló 200 dispensadores de bolsas para levantar la caca en más de 50 espacios verdes. La iniciativa, que buscaba fomentar el cuidado del espacio público, fue discontinuada. En plazas como Monseñor de Andrea o Rodríguez Peña, hoy solo quedan los restos de aquellos dispositivos, y algunos vecinos dejan bolsas por cuenta propia.
Desde el Ministerio de Espacio Público reconocen que el plan no funcionó. Muchos dueños de mascotas abusaban del sistema, y el problema de los desechos nunca disminuyó. Según el Observatorio de Higiene Urbana, el 97% de las cuadras porteñas tienen presencia de excrementos. En octubre de 2022 se llegó al 100%.
Aunque algunos plantean aplicar multas o fotomultas, no hay proyectos concretos. En redes sociales, la vicejefa de Gobierno Clara Muzzio apuntó contra la «negligencia» de los dueños y apeló al civismo: “No es un accidente, es desprecio por los demás”, afirmó.
En otras ciudades como Madrid y Bilbao ya se aplican sanciones. Incluso se exige a los dueños limpiar la orina con agua. En Buenos Aires, por ahora, solo hay exhortaciones.
La suciedad, los malos olores y la falta de contenedores en la vía pública agravan la situación. Mientras tanto, las veredas siguen siendo un campo minado.